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sábado, 6 de noviembre de 2010

Expediente: Música y Revolución. Dudamel, Julio Iglesias, Bob Patiño y las bondades del capitalismo

Por: Ignacio Barreto

Leyendo los diversos artículos que se han publicado en torno al tema de Marturet y el whisky versus Dudamel y la hora exacta no puedo evitar recordar los tiempos en que se creó una cierta controversia entre los fans de José Luis Rodríguez "El Puma" y el fenómeno de Julio Iglesias. Y no creo cometer un acto de irreverencia al hacer esta comparación pues, necesario es precisarlo, en ambos casos estamos atendiendo un problema exclusivo del mundo de la farándula y por ende de la respectiva carga ideológica que conlleva. Es decir, de productos comerciales y sus maquinarias.

Y es que el Sistema de Orquestas Juveniles e Infanti-les ha conseguido los logros nacionales e internacio-nales de la misma manera como se posesionó el ex-futbolista Julio Iglesias de la escena mundial, carecien-do de voz y carisma pero apoyado en agresivas estra-tegias corporativas de mercadeo. Por eso coincido to-talmente con el atinado amigo Diego Silva cuando, cada vez que tiene la oportunidad, declara que el proyecto de José Antonio Abreu tiene poco de sistema y mucho de corporación.

Por eso, "El Puma", provisto de un excelente instrumento vocal, nunca logró acercarse al éxito del gallego, a pesar incluso de manejar un repertorio de similares características (complaciente, mediá-tico, masivo). Por eso Marturet, quién a mi juicio adolece de las mismas deficiencias de formación del hombre Rolex, y a pesar de un cierto capital invertido para hacerse de una carrera internacional, no tiene ni tendrá la repercusión del niño de los rizos.

El problema, volviendo ahora al asunto Marturet-Dudamel, en realidad, no es quién simboliza más el poder, si el habitante de Miami representando la bebida espirituosa democratizada en este país desde los tiempos de la "bonanza petrolera" o el vecino de Beverly Hills fungiendo de imagen del tiempo exclusivo. Ambos, al igual que Iglesias y el pavo real, representan y difunden "inclinaciones" musicales claramente identificadas unas y creadas otras desde la ideología hegemónica de la dominación. Ambos, por lo tanto simbolizan y representan muy bien a un sistema económico del cual venimos intentando desatarnos a través del proceso de transformación que vive el país. El uno, como miembro de la clase dirigente con casta y linaje. El otro como ejemplo de esa fantasía capitalista según la cual, en dicho sistema, todos tienen igualdad de oportunidades para llegar a ser exitosos: El pobre es pobre porque le falta el impulso interior para llegar a ser "alguien". Es por lo tanto el equilibrio perfecto. El orden establecido. Por un lado, el representante del poder económico vendiéndonos un pedazo de felicidad a través del whisky fino que ahora esta "al alcance de todos" y por otro lado, el hijo de familia humilde ostentando el reloj que jamás podrá tener quien no tenga la voluntad para el éxito. Dos productos para una sola campaña. Dos estrategias para una oferta engañosa, la de las bondades del capitalismo.

El problema, por lo tanto, es quién ejerce el poder y con qué fines. En el caso de Julio Iglesias es evidente que hubo detrás de él un emporio encargado de vender esta mercancía de segunda como si se tratara del mejor cantante pop del mundo después de Elvis Presley. En el caso de Dudamel -porque Marturet utilizó su propio capital y la influencia de su apellido para tener cierta presencia internacional- la maquinaria lleva el nombre de Fundación de Estado (resaltado mío) para el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles cuyos hilos son manejados por el economista José Antonio Abreu garantizando así una corporación hecha a su imagen y semejanza. Un Fundación de Estado (insisto que el resaltado es mío) que contraviene las políticas culturales emanadas por el órgano rector en esa materia (El Ministerio del Poder Popular para la Cultura) y de nuestra carta magna -de eso ya ha escrito con mucha mayor certeza el citado compa Silva- dónde la inclusión es un ejercicio demagógico y perturbador de la consciencia de sus víctimas a través de un proceso de filigrana para producir desclasados con algo de oído y dedos diestros, y el concepto de cultura venezolana como multiétnica, pluricultural, diversa, dinámica e indisolublemente caribeña y latinoamericana queda reducido a relleno -o mal necesario- en una programación que nos corrige esas exuberancias cosntitucionales al estilo de: déjate de vainas étnicas que Beethoven es Beethoven y lo demás es monte y culebra. Y, si nos vamos más profundo: Tu sigue hablando de socialismo que yo me encargo de anularte la generación de relevo con tus propios recursos.

Hombre Rolex, salvaje civilizado a tiempo, a la hora exacta. Enajenado como cualquier personaje de Los Simpson y su american way of life. Con cierta resistencia. Su gusto por la salsa y la arepita con suero podrían ser señales de salvación, debilidades que, dentro de un sistema deshumanizado e implacable como el capitalista no son dignas de perdón. Y vuelvo a Los Simpson y no sé por qué se me viene a la mente el personaje de Bob Patiño, el payaso con rulos y formación académica incomprendido por la masa alienada, víctima convertida en victimario de una sociedad sustentada en mediocres manipulables.

Al contrario de su colega del whisky -nacido en alta cuna- el joven Dudamel apenas es la imagen visible de una perversión. El último eslabón que, siguiendo con la lógica del sistema, deberá aprovechar al máximo el tiempo que le queda de gloria antes de que le den su patada en el trasero -porque ya no es novedad- para sustituirlo por su imagen remozada. El Dudamel 2.0 ingeniado desde la corporación para perpetuar un sistema en eterna agonía.

Artículo publicado en el portal "ENcontrARTE":

1 comentario:

  1. Qué les parece esto Maestros: http://net-kreativa.blogspot.com/2010/11/viviendo-positivamente-y-beneficiando.html

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