La Cultura Popular le canta sus cuatro verdades a Abreu, pincha el siguiente enlace y luego dale play al reproductor:

martes, 23 de agosto de 2011

La Misión Música y su visión eurocentrista

Por: Yadira Albornoz

La gran inversión económica que significa alimentar una de las misiones más recientes: la misión música, no puede estar orientada a financiar la cultura musical europea, la cual ha dominado al mundo por más de cinco siglos. La misión música debe estar orientada a promover el desarrollo y difusión de la música que a diario (muy a pesar de la indiferencia de las instituciones culturales y sinfónicas) genera un gran números de compositoras y compositores Venezolanos y Latinoamericanos quienes utilizan el vasto y rico repertorio de elementos musicales que definen nuestro hemisferio para crear obras que reafirman nuestra identidad y género humano. No solo se trata de ejecutar un buen arreglo del “Alma Llanera” para orquesta sinfónica y conmover a la audiencia sino de masificar el desarrollo de un lenguaje sinfónico propio que represente a nuestro colectivo así como también difundir y afianzar en el inconsciente lo que ya existe en este ámbito.

Mayormente, las orquestas sinfónicas Venezolanas ejecutan música sinfónica europea y específicamente de Europa central; bástese ver los programas semanales: Beethoven, Mahler, Mozart, inclusive jornadas barrocas, clásicas, u ópera. Además, cuando se dispone una gira financiada por el estado, las orquestas sinfónicas así como otras formaciones musicales, llevan a Europa repertorio europeo. Nuestra música es tan compleja rítmicamente para los europeos que podrían traernos nuestra música bien ejecutada. A este respecto Maurice Wright, un reconocido compositor estadounidense me comentó durante una clase: “No hay duda que Mozart tocado por ustedes suena mejor” (refiriéndose a que las obras latinoamericanas son tan ricas rítmicamente que tocar Mozart se hace relativamente sencillo). Pero volviendo al tema, sería productivo buscar explicaciones a este fenómeno de pleitesía hacia Europa ¿Qué aspiramos? ¿Reconocimiento? ¿Qué queremos demostrar a la élite musical de Europa? ¿Complejo de identidad? ¿Acaso no basta con el reconocimiento propio? ¿O es que dicho reconocimiento no existe? Esta suerte de dependencia cultural en el ámbito sinfónico es el resultado de la dominación del norte sobre el sur, la cual ha creado esta necesidad excesiva de exaltar los valores sinfónicos europeos en detrimento del desarrollo de los propios.

Un proceso de transformación como el que vive Venezuela supone cambios profundos en torno a distintos aspectos devastadores que previenen la autonomía y el desarrollo de una nación. La dependencia psicomusical en el ámbito sinfónico forma parte de ese conjunto de aspectos y puede ser definida como un fenómeno psicológico que impide la autodeterminación. La dependencia psicomusical supone sometimiento y pasividad; aún peor una identificación total con quien se ha dado a la tarea histórica de convencernos, en muchos casos por la fuerza, de su supremacía cultural. Recientemente observé un documental que proyectaba a famosos directores orquestales europeos conmovidos al presenciar la labor de nuestras orquestas sinfónicas juveniles (¡que sin duda es extraordinaria!) en la promoción de lo que ellos consideran la música universal, es decir la música europea. En algunas de sus afirmaciones, estos directores, reiteraban que el futuro de la música sinfónica europea se encontraba en Venezuela ¿Con nuestro dinero? ¿Y el futuro de la enorme cantidad de compositoras y compositores quienes a pesar de que sus obras no son ejecutadas continúan componiendo, y que cuando sus obras, milagrosamente son incluidas en un programa, estas parecen trabajadas con displicencia? Parte de esta masa de artistas, desprovistos de complejo de identidad alguno, crean “hacia dentro” sin comerse la premisa Europea de la música universal sino que promulgan con su música el universo cultural Latinoamericano que ineluctiblemente debido al mestizaje promulga a África y a los pueblos Indoamericanos. En este sentido, el poder de las élites musicales de nuestro país han deseado desde siempre, y desde lo más profundo de sus entrañas psicocoloniales, “evangelizar” musicalmente a nuestras culturas indígenas, es decir, colocar en las manos de una niña o un niño indígena un violín, por ejemplo ¿Existe alguna razón lógica para cometer una acción o invasión de ese tipo? ¿No crees estimada o estimado lector que es necesario que respetemos los 11.000 años de desarrollo espiritual y psicológico de las culturas indígenas quienes han practicado el colectivismo debido a que fueron capaces de aplastar esa cosa que llaman ego, algo que muchas y muchos de nosotros utilizamos día a día para perpetuar el poder? ¿Es eso arte o agresión? Utilizando un ejemplo grotesco, imaginese usted por un momento que se encuentre en marcha un proyecto para crear una orquesta sinfónica en la Laguna de Sinamaica con la etnia Añú? Yo que poseo ascendencia indígena Kariña de solo imaginarlo me produce repulsión ¿Cómo justificar racional y humanamente un proyecto de esa naturaleza? ¿De qué serviría, que busca? ¿Civilizar? ¿Necesita esta etnia una orquesta sinfónica en su laguna? Estos pueblos son autosuficientes y sanos; poseen su patrimonio intelectual y un repertorio musical asociado a la existencia colectiva ¿Necesitan a Mozart? ¿Cúal es la necesidad de condicionarlos? Realmente lo único que posiblemente deseen es que se les respete, nosotras y nosotros los Orijunas necesitamos trascender nuestra ignorancia y aprender de estas culturas cuyos valores musicales se encuentran intrínsecamente asociados a la practica espiritual, algo que ni por asomo se practica en una orquesta sinfónica donde el arte es comprendida como una práctica individual y exhibicionista sin utilidad para desarrollar la consciencia. Un proyecto de ese tipo significaría replicar el trabajo de las llamadas Nuevas Tribus en el sur de Venezuela, erradicadas ya por decreto afortunadamente, las cuales contribuyeron a extinguir valores fundamentales de algunas de las etnias de ese territorio usando la mentira del individualismo y la entrega. ¿O es que realmente creemos que Beethoven es superior a un canto indígena cuando sabemos que solo son diferentes?

La identificación de los entes culturales y de la gran mayoría de las orquestas sinfónicas con la hegemonía musical Europea debe ser equilibrada con políticas que promuevan el desarrollo musical sinfónico interno como prioridad. La cultura es un motor importante para comenzar el desmontaje de nuestro colonialismo mental y garantizar un proceso de transformación realmente independiente. La misión música deberá desarrollar mecanismo para activar nuestro depauperado amor propio y reafirmar la identidad sinfónica musical Venezolana y Latinoamericana. Particularmente, Venezuela se ha caracterizado por un patrón de importación en todas las áreas (importamos más del 65% de lo que comemos) y el área cultural no escapa de esta realidad. Descalificar los esfuerzos actuales en la cultura no es la intención de este artículo, por el contrario y con mucho respeto por mis colegas, la proposición consiste en iniciar discusiones y análisis que originen propuestas para equilibrar el desbalance de los programas musicales que se ejecutan en nuestras salas. Europa universaliza su cultura mientras que nuestros compositores sinfónicos son mantenidos en la periferia por no ser considerados universales. Con este colonialismo mental de las instituciones del estado: ¿Cómo avanza un país hacia su soberanía cultural y científica? Los valores presentados como superiores y universales no se corresponden con nuestra realidad por muy extraordinaria que pueda ser la música sinfónica europea. Extraordinario sería escuchar las obras sinfónicas de nuestra gran Modesta Bor o de nuestro Heitor Villalobos.

Entiendo que nuestra música no es fácil de ejecutar, debido en parte y particularmente, a la extraordinaria complejidad de todos sus elementos especialmente el rítmico, el cual intimida a un músico con formación musical estrictamente Europea, es decir la formación que se recibe en los conservatorios nacionales y en las pocas escuelas de música a nivel universitario que existen en nuestro país. Por ejemplo, ¿Existen directoras o directores orquestales especialistas en música sinfónica Venezolana o Latinoamericana en nuestro país? El afamado director Mejicano, Eduardo Mata uno de los grandes estudiosos de las obras sinfónicas generadas en nuestro hemisferio murió muy joven y de manera abrupta, queda entonces el vacío.

Nuestro proceso de transformación no puede darse el lujo de auspiciar económicamente de manera compulsiva la proyección de la considerada música universal en detrimento de nuestro rico universo musical. Se deben crear estrategias profundas de estado, no se si ideológicas, pero primordialmente estrategias orgánicas y directas para crear una escuela Venezolana y Latinoamericana de Música y alcanzar plena autonomía musical y utilizar los grandes recursos que se invierten para formar músicos académicos “endógenos”, obviamente sin negar el aporte cultural de Europa, pero despegando de la simbiosis cultural. Nuestra tendencia ha sido imbricarnos intencional o inadvertidamente más en la proyección musical sinfónica de los países del norte que en las demandas y necesidades de la realidad cultural de Venezuela, Latinoamérica e inclusive el Caribe; no nos hemos planteado seriamente una reflexión sistemática sobre las áreas prioritarias de nuestra cultura musical académica que requieren mayor atención, empeño y seguimiento.

Un proceso de transformación requiere invertir recursos de Venezolanización de los estudios musicales sobre la base de nuestra propia perspectiva. Las políticas culturales institucionales muestran desinterés e ignorancia sobre la importancia de reafirmar nuestra identidad sinfónica. Si comparamos los esfuerzos a nivel musical con aquellos a nivel literario, notamos que los esfuerzos de proyección literaria Latinoamericana han sido excepcionales: La Biblioteca Ayacucho, complementada con los tres volúmenes del Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina (DELAL) así como destacar las ediciones Latinoamericanas de Casa de las Américas de Cuba. ¿Qué pasa entonces con el apoyo contundente al arte musical Venezolano y Latinoamericano? Sin embargo, acaba de morir Adriano González León y no hubo homenaje póstumo. Es imperioso conocer e incluir en los programas de estudios musicales aquellos aspectos propios e identificadores que han sido marginados por la academia “Europeizante”, además de fortalecer y desarrollar una perspectiva Latinoamericana para el desarrollo de nuestra música. Por ejemplo, necesitamos desarrollar nuestro propio enfoque crítico musical y nuestros propios modelos de investigación musicológica, así como también se necesita una columna firme que difunda y promueva la creación musical sobre la base de nuestras condiciones y necesidades. Es muy escasa la participación y discusión sobre políticas musicales institucionales donde los profesionales de la composición tengan injerencia.

Por experiencia he observado que los músicos no son dados a reflexionar sobre política y mucho menos sobre políticas musicales pero esta actividad intelectual es vital debido a que la actividad musical se materializa y proyecta socialmente y si solo proyectamos la cultura musical foránea reafirmaríamos la cultura dominante en lugar de la nuestra que es débil en el ámbito sinfónico. ¿Tenemos catálogos de un pensamiento musical propio o somos simplemente receptores y usuarios del pensamiento musical que generó Europa? ¿Quién es el responsable de esta carencia, por supuesto que no es Bach, músico a quien adoro?

La misión música no puede ser parte de un proyecto ajeno pues la música no puede, con recursos estadales, continuar siendo una práctica alienada, exógena. Nuestros recursos deben estar destinados primordialmente a la causa musical interna con plena vocación autónoma, sin complejos, de tal forma de eliminar ese patrón psicológico de asimilar servil y dependientemente la música Europea. Es necesario generar estrategias para desarrollar conciencia sobre la necesidad de integrar nuestro proceso de constituir la música sinfónica de Venezuela y América Latina, debemos asumirnos como capaces de articular nuestra rica realidad musical. Como no soy ingenua creo honestamente que lo que ocurre en el ámbito académico musical a nivel sinfónico no es inocente si no una continuación de las políticas de globalización que no cesan después de más de cinco siglos. La misión música debe embarcarse en proyectos musicales endógenos que exalten la importancia de la soberanía musical y estimulen la creación musical interna, de otra forma será una iniciativa en favor del liderazgo y la hegemonía de la cultura dominante y de sus intereses.

yadira98@hotmail.com
Mérida, Venezuela