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jueves, 25 de marzo de 2010

Na guará e guaro… Gustavo Dudamel: Imagen corporativa de Rolex

Por: Marcos L. Meléndez

Ya se veía venir, mucha difusión por prensa, mucho Grammy para su mentor el economista José A. Abreu (tómese en cuenta que ese premio lo controlan los Stephan y una mafia de Miami) y en las carátulas de los discos de la orquesta donde el Gobierno Revolucionario invierte tanto dinero, ya no aparecen los “niños de escasos recursos” que tocan en ella, sino Gustavo con la batuta en poses cada vez más parecidas a las de un sex simbol que de un máster conductor. Demasiadas leyendas místicas alrededor del muchacho, por allí salió un artículo diciendo que el joven dirigió con una batuta que perteneció a Berstein y que se partió en plena ejecución “por la fuerza que el artista le imprimió a la dirección”. Si eso le pasa a un bolsa que está presentando tesis de grado en el Instituto de Estudios Musicales (IUDEM) para graduarse de director de orquesta, seguro le dicen que la batuta se partió por falta de economía de movimiento en la técnica gestual y no lo dejan graduarse.

La historia se repite, nuevamente los artistas son sacados de contexto y sublimados para que no se expresen desde la realidad sino desde la abstracción, nuevamente se les presenta no como trabajadores sino como elegidos a los que debemos imitar en sus hábitos de consumo, pues ahora todo el recurso técnico, humano y económico que se ha invertido en construir una imagen del movimiento de orquestas –que ya existía pero que se internacionalizó como nunca durante estos diez años de revolución- y de Gustavo Dudamel, no se usan para proyectar el ministerio del turismo, el ALBA o el socialismo como un modelo que humaniza a través del arte, eso no, ahora el saldo político de esa proyección lo va a utilizar la empresa Rolex, uno de los mayores exponentes del modelo de vida y consumo que conocemos como “el sueño americano”. Claro, nuestra clase media profesional seguro argumentará que Dudamel y Abreu son artistas y por lo tanto son “neutrales políticamente”, esa mil veces maldita neutralidad que nos siembran en las escuelas de arte y que impide hablar del socialismo y de la Revolución Bolivariana en los escenarios internacionales donde este músico nos representa, pero si le permite ser imagen corporativa de Rolex que representa el american dreams que los gringos nos imponen a través del entramado publicitario, esa neutralidad que le permite al Maestro y Economista Abreu ser Ministro de Cultura y presidente del CONAC al mismo tiempo en las postrimerías de la cuarta república y administrar el presupuesto de una Fundación de Estado en la quinta sin ningún tipo de problemas. La misma neutralidad que permite a un grupo de venezolanos disfrutar de las becas Mariscal de Ayacucho, del programa Venezuela Móvil, de ampararse en la eliminación de la cuota balón o en el INDEPABIS cuando los joden al comprar casa o un Blackberry, pero usan los carros comprados con subsidio para caravanear contra el comandante, las becas para formarse y luego servir a la empresa privada o el Blackberry para mandar mensajes hablando paja del gobierno, esa misma neutralidad que hace que las orquestas tengan todo el legado sinfónico nacionalista de Sojo, de la revolucionaria Modesta Bor, de Castellanos o de Inocente Carreño durmiendo el sueño de los justos en los archivos y le dan fuerza a Berstein a Mozart a Tchaikovsky (y todo lo que termine en ovsky para no hacerlo más largo) dejando la música venezolana como “bis” en los conciertos pero limitándose al repertorio de Simón Díaz o Aldemaro Romero, dos grandes artistas pero que no son nada neutrales, sino escuálidos consagrados.

Y ojo, aquí el problema no es la Rolex, el problema ni siquiera es Gustavo, el problema son los que están detrás de Rolex o de la explotación de la imagen de Gustavo junto al modelo económico que los mueve. El problema es un niño becado en una de esas orquestas soñando con Tchostakovich y con joder a sus compañeros de atril para surgir él como imagen de algún perfume o reloj caro mientras estudia música centro europea, pero más grave aún es que ningún músico abra la boca para decir nada, por temor a que lo llamen envidioso o por temor a meterse en problemas con “El maestro”. Yo creo que hacer esta crítica no va en detrimento de los méritos que Abreu o Gustavo puedan tener, pero es una reflexión digna de un debate serio entre los artistas para no limitarnos a mirar y a decir… Na guará.

marcosleonardove@yahoo.com

Nota: este artículo fue publicado en el sitio web Aporrea.org el 18/11/09

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