EL SECUESTRO DE ABREU

Por: José Antonio Barrionuevo

No queremos realizar una crítica desde la pasión al Sistema de Orquestas Juveniles e infantiles de Venezuela creado por el maestro José Antonio Abreu, en primer lugar porque ha funcionado como un excelente sustituto del referente Petróleo-Miss Venezuela que durante años definió a nuestro país en el mundo, y luego porque ha sido un proyecto de vida que el maestro ha sabido posicionar, política y financieramente, enfrentando muchas adversidades, eliminando muchos obstáculos, dividiendo, oprimiendo.

Resulta casi una obviedad afirmar que el Sistema es la sublimación de la explotación del ser humano, la reproducción de las desigualdades sociales, la reafirmación del eurocentrismo, la maniobra culturizante imperialista, la destrucción de nuestra identidad y la aniquilación de nuestra música como elemento trascendental de resistencia y de soberanía cultural.

Pero hay que decirlo. La Orquesta, su organización y función original sometió a los músicos (de orquesta) a la disciplina salarial y a la estética impuestas por la nobleza y más tarde por la burguesía que pretendía títulos palaciegos. Un sistema de explotación y dominio para el disfrute musical del poder de las minorías. Hoy vemos que las orquestas del Sistema, si bien han mejorado notablemente la retribución económica y sus músicos gozan de privilegios que sus colegas de otras orquestas no -ni hablar de los músicos populares y los cultores-, siguen complaciendo la ética y el gusto de las oligarquías, con un repetido repertorio especializado en el clasicismo romántico del centro de Europa.

De la misma forma que llegó Europa con la cruz y el castellano a civilizarnos y secuestrar nuestra cosmovisión, nuestros saberes y nuestras riquezas, para provocar en su vecindario el inicio de la modernidad que generaría el Estado de Bienestar allá y aquí el más terrible genocidio y saqueo de la historia, de la misma forma llega el Sistema a nuestras comunidades y le entrega un violín a un niño que tocaba Cumaco y un cello a una niña que cantaba Décimas.

Esta niña y este niño son sacados de su entorno y bautizados por el Maestro con una cultura diferente que les enseña que Mozart y Beethoven son los paradigmas del genio musical. Una cultura que les hace olvidar la fulía, el galerón, el tamunangue y les convence de que aquel recuerdo de niñez -el de compartir la música de sus padres y abuelos- ha quedado atrás pues no hay tiempo que perder. La música de verdad, la que les salvará de la marginalidad, les dará posición, satisfacción, reconocimiento, trabajo, dignidad y poder, necesita concentración y disciplina.

Estos niños y jóvenes cultores, herederos de una tradición ancestral de profunda simbología sonora, responsables de la transmisión de este conocimiento a las futuras generaciones, están siendo secuestrados por el Sistema para tocar y luchar en contra de su propia identidad. Son arrancados de su espacio, vaciados de su saber con el apoyo de nuestra Revolución Bolivariana. ¿Qué haremos Comandante Chávez cuando ya no haya más niñas y niños que quieran tocar el Arpa llanera o la Bandola oriental? ¿Estaremos a gusto en nuestra intimidad con las Sinfonías de Mahler y los Conciertos para violín?