Por:
Diego Silva Silva
Hace
unos años, en el marco de un encuentro nacional de compositores del ámbito de
la música de tradición escrita (porque lo académico es el ámbito), nos
preguntaron uno a uno ¿cuales creen ustedes que serán los caminos de la música
en el siglo venidero?...independientemente de las respuestas de mis colegas, yo
respondí que la música no podía ir por este o aquel camino, sencillamente
porque ella no es una entidad autónoma y no se rige o se representa a sí misma:
es un bien cultural construido socialmente, y quienes toman caminos diferentes
somos sus creadores; la especie humana...la música, cualquiera que sea el
sistema estilístico al que pertenezca, es un resultante.
Con
el devenir de los años, lo que he podido constatar con el estudio, la
investigación y la práctica personal como compositor, es que las músicas son un
bien cultural construido socialmente y su significado (o intención, como indagó
Leonard Meyer en Emotion and Meaning in Music) está íntimamente relacionado con
lo que ella REPRESENTA...a menos que por una razón sobrenatural, alguien nos
diga que la música se representa a sí misma.
Estamos
entonces ante lo que los estudiosos de la semiótica llaman "conducta
simbólica", o más recientemente (Reyner-Byron) "conductas permeadas
por signos", en donde en el caso de la música, los mismos sonidos de que
se sirve una cultura o un contingente humano (con sus cargas y asociaciones
simbólicas y filosóficas), pueden servir a los intereses de quienes les
adversen, cuando le es cambiada parte de su intencionalidad asociada a la
simbología (lo que hicieron nuestros autores de Canciones Patrióticas Sinfónico
Corales en el siglo XIX con Rossini), esto es lo que la antropología
revolucionaria llama resemantización del objeto cultural ajeno y lo que Gramsci
llamó, de modo incipiente, sub-cultura y que no forma parte de una fragmentariedad
social o disidencia, o un término descalificador; sino de un elemento
complementario y hasta necesario, como lo es toda oposición dialéctica. (Las
subculturas se definen a menudo por su oposición a los valores de la cultura
dominante de la que son su resultante edípicas).
En
los inicios de la discipinariedad occidental, en su intento de imponer su
metarelato histórico sobre el resto de las culturas del mundo, la sociedad
burguesa del siglo XIX comenzó a manejar el término "música culta",
atribuida con especial atención a la música de tradición escrita que irrumpió
durante el ascenso y consolidación del capitalismo (y a las de sus clases
equivalentes en otras culturas, aun cuando no se conservaran escritas en la
tradición occidental), con el tiempo, se le anexaron otras cualidades como por
ejemplo: "música universal", "música de los grandes
maestros", "música clásica"; sin ni siquiera hacer énfasis a que
en sus orígenes, estas composiciones tomaron elementos medulares, por no decir
claves, de los entornos populares a los cuales pertenecieron, lo que no las
convertía en música popular aburguesada, o tradición campesina elevada a la
categoría universal.
De
este modo, las necesidades territoriales de las burguesías, para afianzar
dominios (y aquí hablo de las territorialidades espaciales dentro de una misma
sociedad) se vieron enunciadas de modo sublime por intangibles (Inmanuel Kant y
Johann Nikolaus Forkel representan dos importantes aportes a la configuración
del pensamiento único asociado a la música europea en su etapa más avanzada),
tratando de ocultar sus orígenes: los del propio entorno popular, y los que
fueron producto del saqueo de occidente a otras culturas.
Así,
la resemantización de los signos y símbolos (no así con los íconos ya que estos
funcionan como un porta-retrato) ha sido una constante en las prácticas
sociales.
Los
Independentistas Estadounidenses de finales del siglo XVIII, tomaron una
cancioncilla Yankee Doodle, que originalmente fue hecha por un británico
colonialista llamado Richard Shuckburg, con la finalidad de divertir a los
colonos ingleses mofándose de los yankees (Doodle significa persona tonta y
Yankee era un sobrenombre despectivo para los de Nueva Inglaterra). La canción
fue asumida por el bando independentista haciéndola parte esencial y medular de
su repertorio patriótico.
En
la Francia Revolucionaria de finales del siglo XVIII, la Marsellesa
(originalmente creada por un soldado monárquico), representó un símbolo sonoro
de la fuerza emergente que desplazaba a la aristocracia, solo su música
convocaba a la rebelión; los aristócratas desarrollaron una versión monárquica
de la Marsellesa que no tuvo ninguna repercusión...ya la melodía asociada a la
Revolución había sido sembrada en las gentes y ellos, responderían instintivamente
a su llamado. ¿Era la Marsellesa entonces una representación de la música
burguesa por ser esta la clase social a quienes representaba?...o era la
resemantización de un ethos sonoro que habían compartido aristócratas y
burgueses durante casi 650 años de historia en esa cultura de Europa central.
Cuando
triunfa la Revolución Soviética, Lenin se preocupó con especial atención, en
preservar el legado histórico de la clase social que estaba siendo desplazada
por la Revolución, que en el caso de la antigua Rusia, era una amalgama de
monarquía (rezagos de nobleza feudal) y burguesía. De modo que creó un
destacamento especial de la Guardia Roja para proteger museos y galerías de los
saqueos. La intención de Lenin no era preservar una realización considerada
como definitiva, o del más alto nivel al que había llegado la humanidad, sino
preservar lo que en algún momento serviría para estudiar los límites, fronteras
o manierismos, que determinan cambios en los lenguajes, en la medida en que la
sociedad se transforma.
Sobre
la misma estructura comunicacional de las obras de los compositores que en
Rusia representaron la conducta simbólica de las clases dominantes (que tenía
elementos de las clases populares, campesinas, y que fueron transformados o
resemantizados por la cultura hegemónica), se montaron creadores como
Shostakowitch y Prokofiev, para desarrollar un nuevo contenido simbólico, en un
proceso de resemantización (porque también contenían elementos de la
cotidianidad de las clases dominantes y la cultura hegemónica)...Tal y como lo
hicieron los escritores de América con la lengua castellana, heredada como
símbolo del dominio continental de la potencia ocupante (facilitadora de la
dominación) y favorecedora de comunicaciones entre nuestros pueblos.
Durante
los días aciagos del golpe de estado contra Chávez en Venezuela, la oposición
comenzó a cantar una cancioncita (que a su vez tomó de los fans de un
deporte)...seee fué, se fué, se fué, se fueeé...se fueeee,se fueeee...al
regreso al poder de Chávez, sus afectos cantamos la misma cancioncilla, con
idéntica música, pero cambiando el texto.... Volviooó, volvió, volvió,
volviooó, Volvioooó, Volvioooó, se resemantizó de este modo un símbolo
sonoro...incluyendo en este caso, el texto...(aquí se invirtió la significación
de la música y del texto)
He
puesto como ejemplo a músicas con y sin textos, porque hablar de lo puramente
tangible, en el caso de las representaciones y significados de la palabra
escrita o las tradiciones orales asociadas a la música, es concebir las
relaciones humanas de modo lineal, desconociendo el poderoso papel que juegan
los llamadados "items de consciencia", que son interpretantes
paralelos que surgen en las mentes de cada quien ante un estimulo, y que están
multideterminados por las particularidades de su práctica cotidiana (la misma
lectura puede generar diferentes interpretaciones).
En
la actual pelea por la autonomía de Irlanda contra el dominio del Reino Unido,
los Irlandeses marchan por las calles con ciertos instrumentos que enervan la capacidad
de tolerancia de los afectos a la corona...allí no hay textos...solo sonidos, o
sea, los intangibles...pero los interpretantes que operan en la mente humana
son capaces de decodificar el mensaje de esa configuración instrumental y
melódico-rítmica específica, asociándolas al llamado autonomista y ocasionando
enfrentamientos con sus adversarios.
Lo
mismo sucedía en las colonias americanas con los negros y el tambor...así nada
más...llegando inclusive a castigar con la amputación de las manos a los negros
esclavos que osaran tocar dichos instrumentos porque conducían a situaciones de
insubordinación y por consiguiente, la rebelión, o sea, con el solo sonido de
los tambores...sin textos tangibles (USA).
En
el mundo colonial altiplánico, las autoridades españolas llegaron a prohibir el
uso de kenas y demás aerófonos de la cultura Incaica, ya que llevaban a los
nativos (y sus herederos por mestizaje biológico) a estados depresivos que
culminaban en acciones violentas contra estructuras de poder de la colonia.
En
los tres casos anteriores, los sonidos no estaban acompañados por texto alguno,
o sea, el tangible...solo la música (o lo que nos-otros concebimos como
música); y en ninguno de los tres puede hablarse de música burguesa, proletaria
o revolucionaria como tal, sino de las reacciones instintivas que ellas
producen en cada grupo socialmente organizado y que han sido aprendidas y
aprehendidas desde temprana edad:
El
niño comienza a aprender el estilo musical de su cultura en la medida en que el
adquiere el lenguaje y los patrones emocionales de su gente. Este estilo es
así, un importante vínculo entre un individuo y su cultura y más tarde, en la
vida, retroalimenta inconscientemente al adulto toda la textura emocional del
mundo en el que fue formada su personalidad…Así, desde el punto de vista de su
función social, el efecto primario de la música es darle al escucha un
sentimiento de seguridad, porque ella simboliza el lugar en donde nació, sus
primeras satisfacciones de infancia, su experiencia religiosa, sus placeres
realizados en comunidad, su noviazgo y su trabajo- cualquiera de todas esas
experiencias de formación de la personalidad. (Alan Lomax)
Lo
que hace que reaccionemos ante un estímulo sonoro, es lo que Meyer llama
"instinto", que Tarasti (Nattiez) llama reacción por asociación
histórica ante tópicos o "isotopías" sonoras (sonoridades que por la
práctica social han llegado a asociarse de modo inequívoco con situaciones,
emociones, pensamientos...pero dentro de una comunidad cultural específica...no
son universales).
Es
el patrón de reacciones, previamente asimiladas durante el aprendizaje, lo que
hace que nos comportemos de una u otra manera ante el estímulo sonoro de lo que
llamamos música...
Un
patrón de reacciones consiste de una serie o grupo de respuestas motoras o
mentales regularmente coincidentes, que una vez que son puestas en juego como
parte de la respuesta a un estimulo dado, continúan un curso previamente
establecido y ordenado, a menos que sean inhibidas o bloqueadas de alguna manera.
El orden establecido por un patrón de reacciones es tanto temporal como
estructural, esto es, la serie compromete no solamente la relación entre las
partes del patrón en su totalidad, sino también su temporalidad. De este modo,
una serie puede ser alterada por uno u otro factor debido a que la sucesión de
las partes constituyentes del patrón es perturbada, o porque la temporalidad de
la serie es contrariada, o ambas posibilidades. (Meyer. Emotion and Meaning in
Music. Los subrayados son míos).
De
este modo, al incluir cambios o desviaciones en los estímulos sonoros (aquí
desviación no significa un elemento distorsionador, es una ruptura con un
patrón lineal) estamos resemantizando una sonoridad o estímulo sonoro, sin que
ello altere esencialmente su esencia medular (los sonidos organizados de
acuerdos a ciertos acuerdos sociales) y los re-conducimos hacia otra conducta
simbólica.
Por
eso entre los jóvenes venezolanos que toman el Rock y sus variantes como
bandera (que se originó en las clases populares antes de ser ícono del sistema
estadounidense), y usan los mismos instrumentos y a veces la vestimenta y
gestual que usan sus representantes en la cultura que originó este género, no
todos ellos lo cultivan como una expresión de la cultura hegemónica; y me refiero
aquí no solo a los afectos al proceso continuado por Chávez que lo practican,
sino a los mismos adversos al proceso ...Desorden Público no suena como Sangre
Sudor y Lágrimas...ni creo que sea su intención; así, el rock no es
esencialmente ni necesariamente una cultura musical imperialista o
burguesa...podría hasta ser lo contrario.
Oscar
de León cantó una vez en Cuba para el pueblo cubano afecto a la
revolución...luego hizo lo mismo en Miami para los enemigos de ella...con las
mismísimas canciones.
•
No hay música burguesa (Bach no trabajó
para esa clase social sino para las monarquías [representadas en la Iglesia],
al igual que Mozart, y Beethoven despreció por igual a aristócratas y
burgueses),
•
ni socialista (la música de los
compositores rusos del período soviético no lo es),
•
ni proletaria (aun cuando la reacción
chilena no pudo apropiarse de Victor Jara y su legado)...
Solo
hay asociaciones y compositores o artistas que sirven a los intereses de uno u
otro bando en pugna en el eterno devenir de las transformaciones sociales.
La
contextualización o sea Los usos y Funciones de la música (Alan Merrian- The
Anthropology of Music y Nettl en sus estudios sociales del lenguaje), son el
elemento esencial para determinar sus resultantes simbólicas.
Alí
Primera es en Venezuela, la representación de la territorialidad y su defensa
contra las agresiones, es el arraigo como símbolo de la resistencia, y solo la
música de sus canciones (sin los textos), puede convocar sentimientos afectos a
procesos libertarios en América, o lo contrario. Pero esto es solo posible para
quienes la conocen con esta asociación...tal y como las melodías de Bob Dylan
pueden retrotraer a una parte de la sociedad estadounidense a la lucha contra
la guerra de Viet-nam, aun sin escuchar sus textos..(y a los latinoamericanos
que no entiendan el inglés y que las reconozcan asociadas a la lucha contra la
guerra...puede evocarles imágenes concretas...solo con las melodías).
Ese
el poder de la música, en todas las culturas del mundo.
salud!!!
Nota: este artículo fue
publicado originalmente en el portal Aporrea el 05/12/14
No hay comentarios:
Publicar un comentario